En este paisaje invadido por la nieve, descubrimos un trío de bailarines congelados en posturas gráciles y acrobáticas. Un cuarteto, esta vez de animales que pasan, parece sorprendido por esta incongruente presencia de humanos apenas vestidos que emergen de la nieve como estatuas, vestigios de nuestra civilización como los restos petrificados de nuestros antepasados en Pompeya.
¿Evoca este cuadro el frágil equilibrio en el que se encuentra nuestra especie al llegar el invierno de nuestra época?
Un lienzo refinado donde la artista ha reemplazado el matrimonio de colores que le son queridos por la dualidad esencial del blanco y negro, el yin y el yang, para una nueva búsqueda del equilibrio en la belleza.