Dos mundos frágiles reunidos bajo el mismo cielo durante la
duración de una pintura: el esplendor de Mongolia se encuentra con la aridez de
África Oriental.
Dos mujeres que se enfrentan en toda su majestuosidad: la
domadora de halcones asiática y la africana con sus adornos tradicionales. A su
alrededor, animales salvajes, compañeros de vida que los dos pueblos han
respetado por compartir el entorno en armonía.
Una vez más, un lienzo que celebra la belleza de la mujer y
de los vivos.
Una obra que expresa un profundo deseo de preservar la
naturaleza tomando el ejemplo de estos pueblos que, aunque cediendo
paulatinamente bajo la presión del mundo occidental, siguen siendo ejemplos a
proteger de la sed de destrucción de nuestros contemporáneos.
Una obra que magnifica a las mujeres - y no a los hombres -
para recordar, sin idealización, la increíble e insoportable violencia de la
que también son víctimas en estas sociedades patriarcales.
Siempre la mujer para la salvación del hombre ...