La cara del artista
se "derrite" aquí en el centro de una máscara dorada ricamente
adornada. Es un rostro calmante que parece inmerso en la meditación profunda.
Esta máscara solar irradia en espigas multicolores codiciadas por un conjunto
de coloridas aves que compiten por la belleza. Pero, ¿qué esperan estas aves
para alimentarse de las orejas al alcance de la mano? ¿Un signo, una
autorización de la máscara a la que estarían sujetos y que, al despertar,
pondría fin al crecimiento del maíz? Esta pintura evoca una versión maya del
jardín de las Hespérides, donde las orejas reemplazan a las manzanas doradas y
donde las aves son tantas deidades, solo se les permite probar los granos que
ofrecen fertilidad e inmortalidad.